La siesta, otro de los deleites del verano, para aquellos que pueden gozar de unos días de descanso, puede ser también un motivo para hablar de buena música. Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy (1862-1918) es una obra muy corta –sólo dura 10 minutos- pero, como pasa muchas veces, la brevedad no tiene que ver con la importancia. La orquesta de la Sociedad Nacional de París, dirigida por Gustave Doret, estrenó la obra un 22 de diciembre de 1894. Esos diez minutos de música mostraban nuevos caminos en el mundo de la composición.
Un preludio a la música del siglo XX
La obra ofrecía a los oídos de aquel público un encadenamiento de sonoridades nuevas y una música liberada, sin obligaciones tonales, que no se atenía a los cánones establecidos, aunque con una estructura precisa sobre la que se sostiene una aparente sensación de improvisación.
Preludio a la siesta de un fauno fue la primera obra importante de Debussy y está inspirada en es un extenso poema simbolista de Stéphane Mallarmé, que a su vez había sido ilustrado con grabados del pintor impresionista Manet. Años más tarde, en 1912, el bailarín ruso Vaslav Nijinski coregrafió la música. Debussy había proyectado componer tres piezas: Preludio, Interludio y Paráfrasis final, pero finalmente, solo completó, el preludio.
El público que acudió al estreno escuchó algo inusual. La orquestación tampoco era la habitual: no hay trompetas, ni trombones; solo trompas. Y no hay más percusión que unos platillos antiguos. Debussy buscó el predominio de los instrumentos de viento-madera (flautas, oboes, corno inglés, clarinetes y fagotes) para conseguir la sonoridad perseguida y crear esa atmósfera de ensoñación. Por supuesto, la orquesta está integrada también por los instrumentos de cuerda, y las arpas. Un sugerente solo de flauta de evocación oriental da comienzo a la obra.Se trata de música programática: un joven fauno se adormece a la sombra de los árboles en una tarde de intenso calor, pero las ninfas que corretean en el bosque interrumpen su siesta.
Debussy y el impresionismo
Debussy pertenecía a una familia humilde. Su padre tenía una tienda de cerámica en Saint-Germani-en-Laye. Empezó a estudiar música gracias a su tía y madrina, Clementine Debussy, y con 10 años fue admitido en el Conservatorio de París. Fue un alumno atrevido y con sus “acordes prohibidos” tuvo en vilo a su profesor de armonía, Emile Durand. Su manera de mezclar los sonidos en el piano con la utilización insistente del pedal tampoco gustaba a su profesor de piano. Sin embargo, a su profesor de solfeo, Albert Lavignac, le llamaba la atención su curiosidad por los sonidos “menos académicos” y le inició en la música Wagner. Debussy revolucionó la armonía en Francia pero no le dieron un solo premio en esta asignatura mientras estuvo en el Conservatorio.
Se considera a Debussy como uno de los compositores más destacados de la música impresionista. El impresionismo fue primero un movimiento pictórico y el término se aplicó después a la música, para definir la capacidad de evocación o creación de atmósferas a través de las armonías y los timbres. No toda la música que compuso Debussy puede definirse como impresionista e incluso a él no le gustaba demasiado el término. Sea como fuere, se trata de un compositor cuya música ha tenido gran influencia en los músicos que le siguieron. Aparte del Preludio a la siesta de un fauno, es autor de otras obras muy importantes como Nocturnos, el bosquejo sinfónico La mer (El mar) y la ópera Pelléas et Mélisande, además de la obra pianística, vocal y de cámara.
Fragmento del poema La siesta de un fauno de Mallarmé
….¡Qué no! por el inmóvil y cansado desmayo
de calor sofocando la matinal frescura,
no murmura agua alguna que no vierta mi flauta
al otero rociado de acordes; sólo el aire
pronto a exhalarse fuera de los dos tubos, antes
que disperse el sonido en infecunda lluvia,
es, en el horizonte de línea perfecta,
el invisible y sereno aliento artificial
de toda inspiración que hasta el cielo retorna…