Nada mejor que el verano para hablar de música compuesta en los cálidos días del estío. Hoy vamos a referirnos a una famosa obra que se compuso en un verano, en el de 1772, y que fue el resultado de un "conflicto laboral", la Sinfonía nº 45 en Fa sostenido menor de Haydn, conocida popularmente como Sinfonía de los adioses, del adiós, o Sinfonía de la despedida.
El sobrenombre de la composición no tiene que ver con una despedida sino con las quejas de los músicos que servían a una aristocrática familia húngara, los Esterhazy, que tenían varios palacios, el más importante en Einsenstadt. El compositor austriaco Joseph Haydn trabajó para ellos durante muchos años. Cuando llegaba el verano, la familia se trasladaba a su lujosa residencia de Esterhaza, un palacio al estilo de Versalles que poco tenía que ver con una casa de campo. Con ellos viajaban los músicos, imprescindibles para conciertos y representaciones de ópera que organizaban para los invitados. El príncipe Nicolás alargaba cada vez más sus periodos de estancia en Esterhaza, cuestión que afectaba, y no poco, a todos los que le servían. Esto es lo que ocurrió en el verano de 1772. Los músicos estaban hartos. Llevaban mucho tiempo sin ver a sus familias, que se habían quedado en la ciudad. Haydn tuvo una idea y la idea quedó plasmada en una sinfonía, la nº 45 en Fa sostenido menor, una tonalidad poco corriente. Lo curioso de esta sinfonía es que, a los cuatro movimientos habituales, Haydn añadió un quinto: un movimiento lento en que los músicos no terminan al mismo tiempo. Cada vez que un músico terminaba su parte, apagaba la vela, cogía su partitura, se levantaba y se marchaba en silencio… y así sucedió hasta que quedaron solo dos violines que tocaron los 14 últimos compases. Al terminar la música, el público sorprendido vio como la sala quedaba a oscuras y ¡sin músicos!.
Parece que el príncipe Esterhazy, que tenía en mucha estima a Haydn, captó la indirecta y entendió las razones de los músicos, que pronto pudieron volver a sus casas. En muchas ocasiones el concierto se interpreta así, los músicos se levantan en cuanto terminan su parte y abandonan el escenario.
Haydn sirvió durante durante 30 años al Príncipe Esterhazy. Tenía que vestir librea como los criados y comía con ellos. Esa era la categoría de un músico en aquella época. Y además, el príncipe tenía todos los derechos sobre su obra, aunque con el tiempo esta clausula cayó en el olvido. Pero la creatividad de Haydn supo sacar partido de esta situación, que el propio músico definía así:
Mi príncipe estaba satisfecho de todos mis trabajos, recibía su aprobación. Mis funciones de director de orquesta me permitían hacer toda suerte de experimentos, observar la impresión producida, mejorar lo que era flojo, añadir, cortar, ser osado. Vivía aislado del mundo, nadie de mi entorno podía incitarme a dudar de mi mismo, importunarme. Así es forzoso se original.
A pesar de su aparente aislamiento, la fama de Haydn y de sus obras se extendió por Europa, en gran parte gracias a los ilustres visitantes, mucho de ellos artistas, que acudían a escuchar los conciertos y representaciones de ópera. Tan distinguido publicó tenía a Haydn al día de lo que ocurría en el mundillo musical de la época. Nicolás Esterhazy murió en 1790. Su sucesor no era amante de la música, así que liberó a Haydn y tuvo el detalle de mantenerle el sueldo. Así fue como el compositor, casi con 60 años, comenzó a viajar por Europa. Su primera gira, con un gran éxito, le llevó a Inglaterra.
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