viernes, 30 de septiembre de 2011

BEETHOVEN Y LA NOVENA SINFONÍA



Tal como se ha informado en la anterior entrada, la nueva  Orquesta Metropolitana de Madrid, junto al Coro Talía, bajo la dirección de Silvia Sanz,  interpreta la Novena Sinfonía de Beethoven el 1 de octubre a las 22.30 en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional. En el concierto participan los solistas Estefanía Perdomo, Julia Arellano, Ángel Rodríguez y Fabio Barrutia. No todos los días nace una orquesta sinfónica. ¡Mucho ánimo para todos los que participan en el proyecto!
La Novena es una obra clave en la Historia de la Música.
A continuación un adelanto, de las notas al programa preparadas para este concierto. 


BEETHOVEN Y LA NOVENA SINFONÍA
7 de mayo de 1824. La Novena suena en Viena por primera vez.  Termina la música y rompen los aplausos. Ondean los pañuelos y sombreros. Beethoven no escucha y continúa por unos momentos de espaldas al público. Finalmente, una de las cantantes solistas le coge del brazo para que se vuelva a saludar. Nunca se había escuchado una sinfonía de esas proporciones  y con tantos recursos. Esta monumental Sinfonía coral abre nuevos caminos y se convierte en referencia  e inspiración de generaciones posteriores de músicos.

Como dice el crítico musical Adolfo Salazar al referirse a Beethoven: “Los dos focos de la figura romántica juegan conjugadamente en él con una fuerza expresiva desconocida por sus predecesores y una perfección de forma inaccesible para sus continuadores: así Beethoven aparece por turno como el romántico del Clasicismo y el clásico del Romanticismo.”

La Novena es la última sinfonía de Beethoven y una de sus últimas obras. Solo unos pocos contemporáneos pudieron comprender las obras tardías del compositor, especialmente sus últimos cuartetos. Sin embargo, los vieneses eran conscientes de su genialidad.  Beethoven muere el 26 de marzo de 1827 y sus honras fúnebres fueron un acontecimiento multitudinario. Unas 20.000 personas se concentraron ante la casa de Beethoven y acudió un gran número de músicos. Schubert, Czerny y Böhm, entre otros, llevaron las hachas funerarias. 

El músico y su tiempo

Beethoven nace en Bonn en 1770 y muere en Viena 1827.  Durante su vida, el mundo experimenta grandes cambios: la Revolución francesa, la Independencia americana, las invasiones napoleónicas…,  un tiempo convulso y una sociedad  que se transforma marcada por otra revolución importante, la industrial. La burguesía juega  un papel  cada vez más destacado en el discurrir de la Historia. La aristocracia  pierde poder y, poco a poco, desaparecen los mecenazgos.   Todos estos cambios afectan al estatus del músico. Antes de Beethoven, el compositor era considerado más o menos como un lacayo al servicio de un príncipe, ya fuera de la aristocracia o de la Iglesia. El contrato de Haydn con la corte de Esterhazy  le obligaba a vestir librea y comer con los criados, lo que no impidió que gozara de una gran libertad compositiva. Mozart murió antes de poder convertirse en un músico independiente. Beethoven, aunque gozó de algunos mecenazgos,  sí lo consigue. Es un artista consciente de su misión que trata a los aristócratas como iguales. No tuvo que escribir música por orden de nadie y en pocas ocasiones se encontró con una fecha tope para terminar una obra. Él mismo explicaba que podía permitirse el lujo de “pensar y pensar” hasta estar conforme con lo creado.

Pero hay otros cambios que afectan a la música. En el siglo XIX se consolidan las editoriales dedicadas a la edición de partituras y mejoran  sus sistemas de impresión y difusión.  Hasta  principios del XIX todavía no se hacían conciertos públicos y cuando se hacían, los organizaban los propios compositores con fines benéficos o para darse a conocer.  Hasta entonces, la música pertenecía a los salones de palacio y  a las iglesias. A medida que avanza el siglo, las clases medias participan cada vez más en la vida musical. Aparecen las sociedades  de amigos de la música. La primera se crea en Viena en 1812, integrada tanto por músicos como por aficionados. Esta sociedad organiza conciertos públicos regulares y forma un coro. También son importantes los salones de música, ubicados  en casas de familias que organizan conciertos e invitan a amigos y conocidos.



Beethoven en Viena

Ludwig van Beethoven era hijo y nieto de músicos. Su abuelo fue maestro de capilla del príncipe elector de Colonia y su padre, Johann, cantor en la corte. Pero su padre tenía serios problemas con el alcohol. Aunque el ambiente familiar no era el idóneo, el niño demostró enseguida un gran talento musical. En 1787 viajó a Viena por primera vez  y tuvo la oportunidad de conocer a Mozart, que le escuchó al piano y alabó su capacidad de improvisación. La visita no tuvo mayores consecuencias.  Regresó a Bonn en pocos meses.

En 1790, Beethoven viajó a Viena por segunda vez y se quedó para siempre.  Recibió lecciones  de Haydn y  Salieri, entre otros,  y poco a poco consiguió hacerse un hueco como pianista y compositor. Consiguió el patrocinio de destacados aristócratas y daba clases de música.  Todo iba bien hasta que en 1800 aparecieron los primeros síntomas de sordera. El sufrimiento  por su pérdida auditiva le hizo desear la muerte. Una carta a sus hermanos, el llamado Testamento de Heiligenstadt, deja testimonio de sus sentimientos y de cómo la música fue su tabla de salvación:

“Debo vivir casi solo... Cuando me acerco a la gente se apodera de mí un terror ardiente y temo hallarme expuesto al peligro de que pueda advertirse mi estado… Esa clase de incidentes me llevaron a la desesperación; un poco  más y hubiese puesto fin a mi vida; sólo mi arte hizo que me abstuviese de ello. ¡Ah!, me pareció imposible abandonar el mundo sin haber expresado todo cuanto sentía que había en mi interior… ¡Oh, Providencia!, concédeme cuando menos un día de alegría pura; ha transcurrido tanto tiempo desde que la verdadera alegría dejó de resonar en mi pecho”.

La sordera le aisló y amargó su carácter. Se convirtió en una persona desconfiada. Tampoco consiguió casarse y sufrió varios desengaños amorosos, pues siempre se enamoraba de mujeres de la nobleza, una clase a la que no pertenecía. Pero  Beethoven contaba con un instrumento poderoso ante la adversidad: una voluntad de hierro. Su decisión final fue luchar contra su propio destino.  Compuso hasta su muerte sirviéndose de su oído interno.

Las etapas compositivas de Beethoven

Beethoven, con su personalidad arrolladora, rompe las barreras del clasicismo,  transforma y renueva la herencia recibida y abre las puertas al Romanticismo. Es autor  de una extensa obra: nueve sinfonías,  once oberturas, un concierto para violín,  cinco conciertos para piano, además de cuartetos de cuerda, tríos con piano, sonatas para violín y violoncello, canciones,  etc. Compuso una sola ópera, Fidelio, y dos misas, la Misa en do mayor y la Misa solemne.

¿Por qué Beethoven  compuso solo  nueve sinfonías y Haydn más de cien?  Beethoven transforma la sinfonía, que se hace mucho más extensa y compleja. Su manera de componer es mucho más lenta.  Sus cuadernos de notas revelan su forma de trabajar: en ellos apunta sus ideas musicales que somete a una cuidada y larga elaboración. Las sinfonías de Beethoven son ejemplo de una instrumentación compacta y estructurada. No solo  amplía la orquesta sino que  asigna a cada grupo de instrumentos un papel dramático nuevo. Sus exigencias expresivas ponen a prueba a los músicos.  Da mayor importancia a los instrumentos de viento, si bien se encontró con las limitaciones  técnicas que la trompa, la trompeta o la tuba tenían todavía en su época. Beethoven abre las puertas a la orquesta sinfónica del siglo XIX.

La obra de Beethoven suele dividirse en tres periodos. En la primera etapa, sus composiciones no se apartan de los convencionalismos clásicos. Sus primeras sonatas para piano recuerdan a Haydn, pero su Primera sinfonía, aunque muy “clásica”, presenta ya novedades. Y la Segunda (1802) es ya  una obra de unas dimensiones hasta entonces desconocidas.

Al segundo periodo pertenece la Tercera sinfonía, la Heroica  (1803), dedicada en principio a Napoleón, aunque después retirara la dedicatoria. Fue una sinfonía innovadora por  sus dimensiones y por su complejidad. Beethoven demostraba lo que era capaz de hacer con un tema simple y sencillo, como haría después con el famoso tema de su Quinta sinfonía. A este segundo periodo, pertenecen también la ópera Fidelio y  las cinco siguientes sinfonías, hasta la octava.

En el tercer periodo,  debido a la sordera, es cuando el músico se encierra más en sí mismo y  cuando demuestra todavía más su capacidad de superación. De esta época son sus últimas cinco sonatas para piano (1816), la Misa solemne que completó en 1822 y la Novena sinfonía. Sus obras  son la afirmación de sí mismo y su lenguaje, más concentrado y abstracto,  presenta nuevas texturas y sonoridades.



La Novena sinfonía

La novedad más llamativa de la Novena sinfonía en re menor es la introducción  de solistas y coro en su último movimiento. Para ello recurrió a la Oda a la Alegría de  Schiller.  Había pensado ya en este texto hacía muchos años, en 1793. Pero la idea no se materializó hasta el otoño de 1823, cuando decide incluirla en su Novena sinfonía.  En sus anotaciones señaló: “Y luego, quizá, el coro”. Es decir, que hasta el final no tuvo clara su utilización. La inclusión del coro en una obra instrumental tiene otro antecedente en su Fantasía Coral para piano, coro y orquesta de 1808, cuya estructura y carácter guarda semejanzas con el 4º movimiento de la Sinfonía coral.

Beethoven estrena su Novena sinfonía el 7 de mayo de 1824. El programa incluía también   tres movimientos de la Misa solemne. La Sociedad de Amigos de la Música no quiso financiar el concierto y estuvo a punto de estrenarse en Prusia. Entonces,  un grupo de ricos admiradores y artistas hicieron pública su indignación y se encargaron de cubrir los gastos. Los ingresos fueron importantes  pero los costes elevados, así que, a pesar del éxito, no hubo muchos beneficios. Poco después volvió a repetirse, pero el concierto resultó también deficitario. Así se presentó en sociedad la Sinfonía coral.

La Oda a la alegría, que Schiller escribió en 1785, reúne los ideales de la época. El texto habla de la felicidad universal,  en que la alegría es fruto de la hermandad entre los seres humanos en un mundo regido por la razón. Pero Beethoven no utilizó el texto de forma literal. Prescindió de las estrofas de carácter más político o filosófico,  escogió  los versos que cantaban a la alegría, al amor y  la fraternidad universal y se refieren a la existencia de un Padre Creador. Modificó el orden de las estrofas y aportó de su propia mano nuevos textos para adecuarlos a la música.

Con el transcurso del tiempo, la obra, especialmente su movimiento final con la Oda a la alegría, se ha convertido en una de las composiciones más famosas de la Historia de la Música Clásica.  Los versos de Schiller  se han cantando en todo tipo de acontecimientos y se han realizado numerosos arreglos y versiones.  En 1972, el Consejo de Europa adoptó la Oda a la alegría como himno; y  en 1985 se convirtió en himno oficial de la Unión Europea.  Y además, la Novena sinfonía de Beethoven ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Escuchar la Novena

·         1º movimiento:  Allegro ma non troppo – Un poco maestoso

La sinfonía comienza en pianissimo y no deja claro si la tonalidad es mayor o menor. Los instrumentos de madera interpretan notas mantenidas  para conseguir el efecto de un órgano. Hasta que no transcurren 17 compases no se confirma que la música que escuchamos está en Re menor. Es entonces cuando el tema principal se manifiesta en toda su grandeza, ya que hasta ese momento había aparecido fraccionado en dos notas descendentes. A este tema majestuoso, le sucede un segundo motivo más poético con un largo desarrollo.  Una de las innovaciones de Beethoven en este movimiento  es la expansión de la coda hasta alcanzar las dimensiones de toda una sección. Esta coda comienza con un  crescendo que se resuelve con la contundente aparición del primer tema.

·         2º movimiento:  Molto Vivace - Presto – Molto Vivace

El scherzo también presenta novedades. Una de ellas es la manera de utilizar los timbales, separados por una octava (aunque ya los había utilizado así en su anterior sinfonía). La intencionalidad de los compases de silencio también es importante. Los contrabajos juegan en muchos momentos un papel melódico y no simplemente rítmico. Destaca por su belleza la parte central, con un tema que inician las maderas y contesta la cuerda.

·         3º movimiento: Adagio molto e cantabile – Andante moderato

El movimiento lento es emotivo, poético, expresivo. Los violines son los encargados  de iniciar el tema que se muestra primero de forma sencilla y que reaparecerá después de un segundo tema con las consiguientes variaciones, sin apartarse del clima sereno y  tranquilo. Este movimiento incluye un difícil y extenso solo de trompa.

·         4º movimiento: Presto – Allegro assai – Allegro assai vivace – Alla marcia –Andante Maestoso –Allegro energico - Prestissimo

Aquí el principal problema de Beethoven fue la manera de hacer la transición de la música orquestal a la coral. El inicio del movimiento (Presto) es violento y disonante y debió dejar atónitos a los que lo escucharon. Un extenso pasaje orquestal con  referencias a los movimientos anteriores precede a la entrada de las voces. Se escucha la primera referencia al tema asociado a la Oda a la alegría. Beethoven resuelve la transición a la parte vocal con un recitativo,  estilo declamatorio procedente de la ópera, pero asignado  esta vez a violoncelos y contrabajos. Vuelven a sonar los acordes disonantes para dar paso al recitativo del barítono (“Amigos, no estos tonos, entonemos cánticos más agradables”), que repite el motivo interpretado antes por los violonchelos. Aparece de nuevo el tema de la Oda a la alegría, abordado primero por el barítono y después por el coro y los solistas, que poco a poco  se han incorporado a la estructura de la sinfonía.  Después de una serie de variaciones sobre el tema principal, incluida una marcha turca (alla Marcia), el tenor protagoniza un pasaje muy operístico (“Corred así hermanos, por vuestro camino, alegres como el héroe hacia la  victoria) al que sigue una fuga orquestal. Aparece de nuevo el tema principal y tras un silencio, se escucha (Andante maestoso) el Himno de fraternidad (“Abrazaos millones, que ese beso envuelva al mundo entero”). Y de nuevo, los dos temas principales, el Canto a la alegría y el Himno  de fraternidad se combinan en una nueva fuga (Allegro energico).  A continuación, la orquesta prácticamente enmudece y se escuchan unas frases fragmentadas.  El cuarteto solista interviene antes de la gran coda final con un suave acompañamiento musical, casi a capella. A partir de ese momento (Presto), coro y orquesta nos sumergen en el épico y sublime final de la sinfonía.

Obertura Egmont Op. 84

 Precede a la Novena sinfonía en el concierto de hoy una obra anterior de Beethoven:  la obertura Egmont. Esta pieza forma parte de la música incidental que el músico compuso entre 1809 y 1810 para una representación de la obra de Goethe del mismo título. La obertura se interpreta frecuentemente en concierto como una pieza independiente. Se estrenó en Viena en junio de 1810. La obra teatral, ambientada en el siglo XVI,  cuenta la historia del Conde de Egmont, héroe flamenco que se enfrenta al tercer Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, y que finalmente es arrestado y ejecutado.  La música compuesta por Beethoven para esta obra describe la lucha contra la opresión y termina con un himno a la libertad.  

Inmaculada López

1 comentario:

  1. Excelente descripción por parte de la Sra. Inmaculada López, de los aportes histórico-literario-musical de la 9na. Sinfonía. Pero me encantó sobre todo la parte final en la que podemos ver las innovaciones musicales que introduce Beetoven: el manejo de los contrabajos como con carácter melódico en vez de su tradicional uso rítmico. El uso de la coda extendida, en los cuatro movimientos, aunque más en el tercero y cuarto. El uso amplio y bien acompasado de los silencios de forma intensa. Los retornos subliminales a los movimientos anteriores con los que magistralmente hace la transición hacia la forma coral. Así como otros aportes que no incluyo para no extenderme demasiado.

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